ARQUITECTURA CONSCIENTE

Comprender los orígenes y el objetivo de la vida en sus múltiples formas y en su totalidad es una antigua aspiración humana. Es la base del viaje hacia la integridad. Es el impulso a ahondar en uno mismo y a transcenderse para, así, poder soportar, celebrar y compartir los frutos del viaje.
El arquitecto posee un instrumento poderoso y único para hacer ese viaje. Cuando uno se adentra en el proceso creativo, las formas originadas se materializan en uno y dan lugar a una conversación viva y dinámica sobre lo que fuimos, somos y podríamos ser. El modo en que esas formas fluyen a partir de uno mismo afirma el propio lugar en un mundo más amplio, de comunidad y naturaleza. Nuestras vidas se funden con la arquitectura en una metamorfosis continua del ser y de la transformación: un viaje de destrucción y creación, un baile lleno de alegría entre las polaridades y las paradojas, un camino de transformación y entendimiento.
Gran parte de la arquitectura raramente trata con algo más que el estilo y las preocupaciones del momento. Sin embargo, el igual que la poesía, puede desvelar las capas culturales y crear nuevos significados con elementos familiares, así como espacios y relaciones que emiten reverberaciones, las cuales, con el tiempo, son capaces de curar, deleitar, tranquilizar, despertar y conmover el alma. Puede dar sentido al espíritu, al desplegar de un modo gradual las cualidades que ensalzan la vida y son inherentes a la obra: plantar una semilla con una sonrisa.
Es necesario aprender, con entusiasmo y humildad, de la sabiduría integrada en la naturaleza en lo que queda de las culturas indígenas del mundo. Estas civilizaciones pueden volver a traer a la memoria muchas cosas importantes sobre la vida en comunidad, la naturaleza y el cosmos. Sus costumbres son de tal entereza e integridad que suponen un fuerte contraste con el modo comparativo y analítico en que nuestro pensamiento ha separado la ciencia, la religión y el arte, y que ha dado lugar a la fragmentación del mundo después de la ilustración.
Nos esforzamos ahora por trabajar con creatividad y en comunidad para que nuestra individualidad despierte a la realidad de una sola humanidad y una sola tierra; y a nuestra responsabilidad compartida para asegurar la supervivencia. Es un viaje difícil y, con frecuencia, doloroso. Como intérpretes, facilitadores y servidores de la comunidad, llevamos nuestros valores a nuestra obra. Son los valores lo que importa.
En respuesta a esos desafíos, es necesario volver a integrar los sentimientos en nuestra inteligencia y a ésta en la intuición, de modo que los propios pensamientos y actos se imbuyan de comprensión, sabiduría, amor y alegría. ¿Somos capaces de dejar atrás el egocentrismo y nuestra propia expresión, y consagrarnos al bien mayor, ese que da sentido a la comunidad y al movimiento general de la civilización? La arquitectura tiene un gran potencial como vehículo de exploración y catalizador del proceso del despertar. Puede, mientras se sigue el viaje, ofrecer desafíos, apoyo, cura e inspiración.
Gregory Burgess, Australia
www.gregoryburgessarchitects.com.au